Por un viajero gay que aprendió a valorar cada lugar donde puede ser él mismo sin miedo.
Si hay algo que he aprendido viajando por el mundo siendo un hombre gay, es que no todos los lugares son seguros para todos los cuerpos, todas las orientaciones y todas las expresiones. Y por eso, más allá de la fiesta, los colores y los memes de Junio, el Orgullo sigue siendo vital. Y no, no solo para nosotros los LGBT+, sino para cualquiera que quiera vivir en un mundo más justo, libre y diverso.
Así que si alguna vez te preguntaste (o te preguntaron) por qué seguimos marchando, por qué existen bares gays o apps exclusivas, o por qué necesitamos nuestros propios espacios, este artículo es para ti.
Orgullo no es solo fiesta, es resistencia
Primero lo primero: el Orgullo no nació con glitter y bailarines en plataformas gigantes. Nació en medio de disturbios, violencia policial y discriminación sistemática. Lo que hoy conocemos como “Pride” comenzó en 1969, cuando personas trans, lesbianas y gays, en su mayoría negras y latinas, se rebelaron contra las redadas en el bar Stonewall Inn de Nueva York.
Desde entonces, el Orgullo es una forma de decir “aquí estamos, seguimos vivos y no vamos a escondernos”. Es un acto de visibilidad en un mundo que muchas veces ha querido silenciarnos.
Sí, hoy hay desfiles con drag queens, patrocinadores y escenarios. Pero en su corazón, el Pride sigue siendo una protesta disfrazada de fiesta. Una celebración de todo lo que hemos logrado… y un recordatorio de todo lo que aún falta.

La visibilidad salva vidas
Suena fuerte, pero es real. Vivimos en una época donde un adolescente puede sentirse completamente solo por ser diferente. Donde en muchos países, ser LGBT+ todavía es ilegal. Donde personas trans enfrentan violencia solo por existir. Y en esos contextos, ver a miles de personas marchando, besándose, riendo, gritando “amor es amor”, puede marcar la diferencia entre rendirse o seguir adelante.
Yo recuerdo el primer desfile del Orgullo al que fui. Iba con miedo, sin saber si iba a sentirme incómodo o expuesto. Pero en cuanto llegué y vi tantas personas como yo, tan diferentes pero tan conectadas, me sentí parte de algo por primera vez. Eso no tiene precio.
Los espacios seguros no son “excluyentes”, son necesarios
A veces la gente dice cosas como:
—“¿Y por qué tienen sus propias fiestas? ¿Y sus bares? ¿No deberíamos mezclar a todos?”
Y yo contesto: claro, en un mundo ideal. Pero el problema es que en la mayoría de espacios “para todos”, los nuestros no siempre son respetados. No todos los antros reciben bien a dos chicos besándose en la pista. No todas las oficinas permiten que una persona trans use su nombre. No todos los lugares son seguros.
Por eso necesitamos bares, playas, apps, festivales, incluso gimnasios queer-friendly. Porque en esos espacios no tenemos que pedir permiso para existir. Podemos hablar, amar, vestirnos y expresarnos sin miedo a la burla, el juicio o la agresión.
Los espacios seguros no son para aislarnos. Son para sanarnos, encontrarnos y fortalecernos, y desde ahí, salir a conquistar el resto del mundo

¿Y por qué celebrar tanto? Porque nos lo merecemos
Si has vivido escondido, si te enseñaron a bajar la voz, si creciste escuchando que “eso está mal”, entonces sabes lo importante que es tener un momento del año donde no solo puedes ser tú, sino serlo con orgullo. Donde no solo sobrevives, sino celebras.
Y eso aplica también para personas que aún están explorando su identidad o que no se sienten listas para salir del clóset. El Orgullo también es para ellas. Ver esa alegría en las calles, esa libertad en la gente, puede ser una semilla. Un “algún día yo también” que está formándose.
No todo es perfecto, pero sí poderoso
¿Hay críticas al Pride? Claro. Que si se volvió comercial. Que si no representa a toda la comunidad. Que si falta inclusión racial, trans, lésbica. Y todo eso es válido. Porque el Orgullo no es una meta, es un proceso. Es una oportunidad para cuestionarnos, mejorar y abrir el círculo cada vez más.
Pero aún con sus imperfecciones, sigue siendo uno de los espacios más potentes que tenemos. Una mezcla de fiesta y revolución. De alegría y memoria. De comunidad y resistencia.

Entonces, ¿por qué celebramos el Orgullo?
Porque aún hay países donde te matan por ser quien eres.
Porque aún hay familias que te corren de casa por salir del clóset.
Porque aún hay empresas que no te contratan si “pareces raro”.
Porque aún hay parejas que no pueden casarse o adoptar.
Porque aún hay niños creciendo con miedo a ser ellos mismos.
Y también porque queremos vivir, amar, reír, bailar y brillar con la misma libertad que cualquier otra persona. Porque celebrar no es lo opuesto a luchar. Es parte de la lucha. Y porque si no celebramos nosotros, ¿quién lo va a hacer?
Y tú, ¿ya encontraste tu lugar seguro?
Tal vez está en una marcha, en un bar, en un libro, en tu grupo de amigos, en una relación. Tal vez aún lo estás buscando. Pero créeme: está allá afuera. Y cuando lo encuentres, lo vas a sentir. Vas a respirar diferente. Vas a reír más fuerte. Vas a soltar ese peso que ni sabías que cargabas.
Y hasta entonces, sigamos construyendo espacios donde el orgullo no sea solo una fecha, sino un estilo de vida.
Porque sí, el arcoíris es bonito. Pero lo mejor es todo lo que representa.